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Historia | La esencia del hombre

Actualizado: 3 abr 2024


Imagen que representa el Coliseo Romano completado con el Estadio Monumental de River Plate haciéndo alusión al texto escrito por Manuel Matti.
La esencia del hombre

Probablemente hace días que no puede dormir y la fiesta de ayer no creo que haya ayudado. El impacto es usualmente más poderoso siempre que los traen de las provincias; asustados más que por el motivo de su llegada por la aglomeración de ciudadanos. Por lo que se cuenta hace ya un año que lo compró el lanista que hoy patrocinará su pelea y al cual debió jurar obediencia. Uno de los negocios más lucrativos del Imperio es la compra y venta de los gladiadores. Averiguando me enteré que es un gladiador de contrato, vendió su libertad por cinco años y no para pagar deudas, sino para conseguir fama; para que se escriban poemas y canciones con su nombre.


Entrenador, preparador físico, médicos…dicen que es el mejor. Muchas mujeres romanas se obsesionan por conocer a las estrellas de la arena e incluso pagan por conocerlos, sin importar a la escuela a la que pertenece, la que lo entrenó, la que patrocina el lanista -quien los compra y los vende-. Antes de salir los más creyentes hacen ofrendas a sus dioses, bien para que los guíen hacia la victoria o bien para que en la derrota no pierdan su vida por compasión de nosotros, los que aplaudimos. Si me dan a elegir la lucha de gladiadores es la forma de entretenimiento que más me apasiona, cada ataque eleva mis pulsaciones, y cuando caen…somos nosotros quienes decidimos, participamos, es cuando mis apuestas al gladiador dan frutos ya que suelo ganar seguido. Valor y gloria es lo que ellos buscan, y nosotros estamos ahí para decidir si se las damos.


Debo admitir que hace algunos años entré en cólera con Vespasiano. Aumentar los impuestos no me pareció conveniente. Aunque ahora que estoy dentro de su anfiteatro comiendo y a la espera de las mejores batallas, por lo que prometen, encuentro en mí arrepentimiento. Por lo que veo debemos ser cerca de 50 mil o más los que estamos esperando a que salgan. Sé que hay normas y sé que si un gladiador muere en la arena el patrocinador de los juegos debe pagar por un sustituto; desde donde me encuentro se ve el árbitro del combate pero hoy estoy deseoso de algo más que solo golpes en los escudos. Desde mi hogar podía ver esta gigantesca construcción aunque nunca me imagine aquí. 57 metros de altura, 156 de ancho y 189 de largo por lo que cuentan. Desde donde me encuentro puedo apreciar cinco grupos de gradas, aunque no veo a mi mujer. Ella junto a las de su género están en las gradas más elevadas y yo como ciudadano romano estoy en la segunda, muy cerca de la primera grada destinada a las autoridades locales, los sacerdotes y sacerdotisas, los patricios, magistrados y senadores.


Con un solo combate ganado un gladiador puede recibir la paga equivalente e incluso mayor a la de un soldado romano, y hasta un alojamiento más confortable dentro de la escuela de gladiadores a la que pertenece. Desde mi ubicación también puedo observar a muchos de los que se encontraban junto a mí en las afueras del “Anfiteatro Flavio” mientras ingresaban los gladiadores. Los aplaudimos, los palmeamos, les endulzamos los oídos con gritos de gloria y alabanza. Ya se anuncia que van a salir. Los dos mejores gladiadores de Roma. Ya me los imagino caminando hacia su destino. Un túnel. Cada paso, un pensamiento, una posibilidad, la repetición constante de que debe ganar, cómo debe ganar, qué hacer ante cada movimiento del oponente. Ya es el momento. Están aquí. Escudo, Casco, gladius y a la arena.


El hombre caminó su historia. Dejó atrás el bosque primitivo y se asentó junto a la agricultura en un espacio determinado. Encerró sus casas y calles entre muros y fosos, considerando a la ciudad su mundo. Siglos enteros pasaron desde aquella vez que la ciudad de las siete colinas se desarrolló en la orilla izquierda del río Tíber. Ya desapareció el Coloso de Nerón, estatua de la que tomó su actual nombre el Coliseo. Se vio cómo gobernantes convirtieron el juego en política, entreteniendo a las grandes masas de ciudadanos y desviando su atención de los verdaderos problemas que podían atentar contra la realidad.


Estimularon el deseo, esa tendencia a un bien sensible, percibido o imaginado, absolutamente efímero. El Estado financió la distracción. En el siglo XXI invaden los estadios de futbol con sus nuevos gladiadores, nuevas estrellas que quieren buscar la gloria, que se escriba y se cante sobre ellos. El rol de nuestros dirigentes sigue siendo el de los césares de la antigua Roma. Las promesas se escuchan, mas los hechos no se ven. Pasó el tiempo. Cambiaron nombres y costumbres, pero en esencia el hombre sigue siendo el mismo. Historia | La esencia del hombre


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© Manuel Matti

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