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La Cumbre de lo imaginado

Actualizado: 3 abr 2024

Se realizó la VII Cumbre de las Américas, dentro de la cual se puede observar el cambio más relevante a nivel político y estratégico que es el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba; distanciados desde una revolución en tiempos de la Guerra Fría.


La Cumbre de lo imaginado
Cumbre de las Américas 2015

Suena hipócrita que desde 1994 se realice una Cumbre de las Américas -lugar predilecto para levantar las banderas de la soberanía de los pueblos y su libre albedrío, al mismo tiempo que algunos aprovechan para expresar su disgusto por la injerencia de Washington sobre su “patio trasero”- y que se excluya por razones ideológicas al país que aún hoy sufre el embargo más largo de la historia. Siempre están presentes secuelas de procesos que creemos finalizados. Tanto es así que aún quedan resabios colonialistas de siglos cuyos personajes sólo los encontramos en libros. La diferencia es que, si bien la Guerra Fría se derrumbó junto a una URSS desgastada en 1989, aún persisten personajes que vivieron en carne propia los ataques entre las dos potencias en aquel mundo bipolar. Éste es el caso de Raúl Castro, uno de los líderes junto a su hermano Fidel que influyeron de manera directa en la diplomacia de un país que, una vez consumada la Revolución en 1959, viró hacia el socialismo.

“Ya era hora de que yo hablara aquí en nombre de Cuba. Me informaron al principio que podría ser un discurso de 8 minutos, y aunque hice un gran esfuerzo junto con mi Canciller de reducirlo a 8 minutos, y como me deben seis Cumbre que me excluyeron, seis por ocho cuarenta y ocho, le pedí permiso al Presidente Varela para me cedieran unos minuticos más…”. Con un toque de humor arrancó su discurso Raúl Castro, quien supo remplazar en 2008 a Fidel como Presidente de los Consejos de Ministros y del Estado, haciéndose en 2011 con el cargo de Primer secretario del Partido Comunista de Cuba. Con el foco puesto en las banderas antagónicas que levantan ambas naciones, es inevitable hacer una pequeña retrospección para entender mejor su enfrentamiento luego de más de cinco décadas de crispaciones entre Washington y La Habana.


Un año recordado donde quedó en evidencia la mutación de la política exterior norteamericana -específicamente sobre el dominio europeo dentro de las Américas- fue 1823, momento en el cual la doctrina elaborada por John Quincy Adams ocupó un lugar dentro del mensaje anual del presidente James Monroe al Congreso de los Estados Unidos. Ésta establecía que cualquier intervención dentro del continente sería vista como un acto de agresión, otorgándole a Washington la posibilidad de intervenir en la contienda bélica. Tanto fue así que en 1898 Cuba se liberó de la ocupación española con ayuda norteamericana, y aunque se la intentaba emancipar, la Enmienda Platt hizo que La Habana pasara de ser propiedad de uno para depender de las decisiones de Washington hasta 1934.


Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Harry Truman anunció que Estados Unidos se dedicaría a defender la democracia y la libertad a través de la Pangea. El anticomunismo de Washington se esparció rápidamente por el planeta. Cuba formaba parte de un paraíso para el empresariado norteamericano, a tal punto que desde finales de los años cincuenta el capital norteamericano había tomado el control del 90% de la producción minera; el 80% de los servicios públicos; el 50% de los ferrocarriles; el 40% de la producción de azúcar y el 25% de los depósitos bancarios. Dentro de este contexto se gestó la Revolución liderada por los hermanos Castro.


El presidente Castro expresó en la Cumbre que la creación en 2010 del organismo intergubernamental de ámbito regional, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), muestra una “nueva etapa en la historia de nuestra América, que hizo patente su bien ganado derecho a vivir en paz y a desarrollarse como decidan libremente sus pueblos”. Esta frase hay que entenderla dentro del contexto que vive La Habana desde la administración republicana de Dwight D. Einsenhower, donde la isla experimentó las primeras medidas por parte de Washington para desestabilizarla económicamente -luego del proceso de nacionalización llevado a cabo por el gobierno revolucionario que lo tenía como Presidente a Osvaldo Dorticós Torrado y como Primer Ministro Fidel Castro-.


Luego del intento de golpe de Estado por parte de un grupo de exiliados cubanos anticastristas el 17 de abril de 1961, John F. Kennedy -el presidente más joven y el primero en profesar el catolicismo dentro del gobierno estadounidense- extendió las medidas y decretó un embargo. En 1959, La Habana experimentaba un intercambio económico que mostraba cómo el 73% de sus exportaciones desembarcaban en Washington y cómo el 70% de las importaciones venían de allí. Esquivando una “Crisis de los misiles” que puso en vilo al mundo, el vecino del norte le siguió poniendo trabas a la isla. De esta manera llegamos a la administración de George H. Bush en 1989, momento en que el Congreso estadounidense aprobó la Ley Torricelli, provocando sanciones a cualquier país que brindara asistencia a Cuba, ya que desde 1992 todo buque extranjero que tocara puerto en la isla vería prohibida su entrada a los Estados Unidos durante seis meses.


Desde que llegó al gobierno en 2008, Barack Obama intentó darle un nuevo giro a la política exterior de su país. Hoy la prioridad principal de Estados Unidos es dominar la periferia marítima de Asia, intentando hacer que al mismo tiempo retroceda la influencia que está comenzando a desarrollar su principal competidor sobre América: China. Más allá de la injerencia dentro de algunos países como Argentina que está desarrollando el gigante asiático, uno de los proyectos que tienen en vilo a Washington es la impresionante obra de Wang Jin, quien realizará un canal interoceánico en Nicaragua; construcción tasada en U$S 50 mil millones, con la terminación de un canal tres veces más largo que el de Panamá -donde tiene influencia Washington-mucho más ancho y profundo para que puedan pasar los gigantescos buques modernos. ¿Es viable para Norteamérica el desembarco del socialismo de mercado en el Caribe?


Esta situación se da en el contexto en que Obama anuncia la apertura de una embajada estadounidense en Cuba. Para no perder el hilo de las mutaciones dentro del planeta, el presidente del país más poderoso del mundo aprovechó para explicar en la Cumbre de las Américas que “la Guerra Fría ya terminó” y que no está interesado en disputas que tuvieron inicio antes de que él naciera. Calificada la Cumbre por el propio Obama de “momento histórico”, el acercamiento entre ambas naciones marca el nuevo sendero por el que comienza a caminar la región. El giro de la política norteamericana se sostiene dentro de las encuetas, ya que una realizada por la CNN el 10 de abril de 2009 muestra que el 64% de los ciudadanos estadounidenses se opone a las sanciones económicas que su país tiene sobre Cuba.


Fue una Cumbre que sólo el tiempo dirá si se la puede catalogar como un punto de partida hacia el cambio diplomático entre dos países enfrentados por su pasado; aunque sí se puede asegurar que muestra el nuevo escenario sobre el que tendrán que caminar los futuros representantes de ambas naciones. Vimos a un Obama que se mostró dispuesto a continuar el diálogo bilateral entre su gobierno y el de La Habana, al mismo tiempo que a un Castro que calificó a su homólogo de honesto, pidiéndole disculpas por su emotividad en defensa de la revolución. Son todas señales de que se están comenzando a respirar nuevos aires dentro del continente.


La Cumbre de lo imaginado

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© Manuel Matti

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