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Orgullo de la Argentina, gloria de Francia

Actualizado: 3 abr 2024

En memoria del grandísimo Vicente Almandos Almonacid. Ingeniero municipal en Bahía Blanca, protagonista de incontables batallas aéreas, con heroica actuación durante la Primera Guerra Mundial, y fundador de la aviación comercial argentina.


Orgullo de la Argentina, gloria de Francia
Vicente Almandos Almonacid

El 24 de diciembre de 1882, la Provincia de La Rioja vió nacer a Vicente Almandos Almonacid. Su padre fue uno de los pioneros de la minería riojana, llegando a asumir el cargo de gobernador de aquella Provincia el 24 de junio de 1877, mientras que su madre, también riojana, estaba emparentada al obispo Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros, congresal y signatario del Acta de la Emancipación Nacional el 9 de julio de 1816. A los seis años, luego de perder a su padre, Vicente se traslada junto a su madre y hermanos a la ciudad de Buenos Aires, donde se comenzará a forjar su destino. Después de realizar sus estudios y de ejercer algunos cargos, comienza a dirigir, como Ingeniero Jefe, la Oficina Técnica de la Municipalidad de Bahía Blanca. Es durante los años que desempeña esta labor (1907-1910) que realiza su primer viaje a Francia. En los primeros años del siglo XX, Buenos Aires ve la época de las primeras actividades aviadoras, hecho que despertó en Vicente la pasión por la aviación y a cuya especialidad comenzó a dedicar un intenso interés técnico. Va a ser su inquietud la que lo conduce a inventar un tipo de aeroplano que denominó “aeromóvil”. Aunque las pruebas de su invento fueron satisfactorias, el proyecto quedó relegado por considerarse que su industrialización en el país sería en extremo difícil.

Vicente regresa a Francia con el deseo de exponer sus inventos a los más capaces de aquella época, al mismo tiempo de querer hacer un curso para aprender a volar. Es durante esta nueva estadía en el país galo que se vincula con el famoso ingeniero Eiffel, constructor de la tan conocida torre que lleva su nombre. Con él trató temas relacionados con la aerodinámica, la estabilidad automática de aviones y su “aeromóvil”. Con el objetivo de concretar su otra aspiración, la de convertirse en piloto, se dirigió al aeródromo que Farman tenía cerca de Versalles. Presentándose al mismo Farman, le manifestó su deseo de aprender a volar. Con lo que no contaba Vicente es que, a causa de su limitado francés, Farman interpretó que ya era piloto y que sólo quería adaptarse al avión, para lo cual designó un piloto que lo acompañara y le diera indicaciones. Primero salieron a dar una vuelta, siendo Almandos Almonacid un mero observador. Después del aterrizaje bajó el piloto, puso unas bolsas de arena para compensar el peso y le indicó que despegara. Vicente estaría a minutos de concretar una proeza. Recordando la teoría que durante tantos años estudió a raíz de su pasión por la aviación, el ingeniero comienza a acelerar el motor, encontrándose en el aire antes de pensarlo dos veces. Luego de algunas maniobras consigue aterrizar correctamente, finalizando así su primer vuelo sin que nadie sospechara la verdad. Después de aclarar su situación, será el 3 de octubre de 1913, tras rendir el examen, que Vicente obtendrá el tan deseado título de aviador.

Estalla la Primera Guerra Mundial. A través de Bélgica, Alemania -desplegando su estrategia, el plan Schlieffen- avanza directamente en dirección a Las Ardenas. Las tropas francesas atacaron en Sarreburgo y Morhange, pero se encontraron con una defensa sólida, los alemanes sí habían pensado en proteger sus fronteras. Amenazada la libertad de Francia, Vicente se lanza en la aventura que lo convertirá en héroe. El 10 de agosto de 1914 se enrola en la Legión Extranjera y eligiendo la aviación ingresa como piloto el día 12 del mismo mes. Al obtener su brevet militar -una orden de dar a un oficial un mayor rango como recompensa por su valentía o conducta meritoria-, el 10 de septiembre es enviado a la escuadrilla Farman 35, estacionada en Poperinghe (Bélgica), a disposición del 32º Cuerpo del Ejército.

Durante una de las contiendas bélicas más significativas del siglo XX, Vicente fue un irrebatible precursor de los vuelos nocturnos. Por su labor hasta ese momento, Francia dispone por decreto que el 16 de diciembre se le otorguen las jinetas de cabo. Es cuando Almandos Almonacid pasa con su escuadrilla al servicio de uno de los más gloriosos cuerpos del Ejército Frances, el 20 C.A., donde el argentino trazará su futuro. Gran cantidad de combates aéreos donde interviene Vicente fueron documentados por el S.H.A.A. francés (Servicio Histórico de Antecedentes Aeronáuticos): “22 de enero de 1915. A la hora 12:30, diez aviones alemanes provenientes del mar sin ser detectados hacen su aparición (…) Inmediatamente, la escuadrilla francesa, compuesta por el cabo Almonacid y el teniente Guillery y otros, a la que se unieron un avión belga y varios ingleses, dieron caza a las máquinas enemigas. El cabo Almonacid, no obstante la velocidad inferior de su avión, logró interceptar a uno de ellos y ponerlo en fuga hacia el norte, luego de tres disparos de carabina que le asestó su acompañante, teniente Guillery (…) 1º de febrero de 1915. El cabo Almonacid y el teniente Dreuille partieron solos y de noche desde Fismes. Volando a 1.100 metros de altura, arrojaron 4 bombas sobre Ostende, entre las 21 y 22.”

Fueron estos informes que detallan las proezas aéreas de Vicente los que llevaron a la primera citación de Almonacid por parte del Ejército Francés, donde el 25 de febrero de 1915 se le otorgó el ascenso a sargento con la siguiente mención: “Vicente Almandos Almonacid, argentino, alistado para la duración de la guerra. Piloto de entusiasmo y audacia. Bajo el fuego más violento siempre ha terminado su reconocimiento con el más profundo desprecio del peligro. En varias oportunidades, el aparato fue alcanzado por los proyectiles. Ejecutó solo, con un ingenioso dispositivo de su invención, varios bombardeos nocturnos sobre objetivos alejados.”

El 4 de mayo de 1915, Vicente es ascendido a sargento ayudante, siendo inmediatamente llamado por el Gran Cuartel General para informar sobre sus experiencias y conclusiones respecto de la observación aérea nocturna. En un momento de pleno ascenso y reconocimiento de labores en el frente de batalla, se le confía una importante misión en las costas de Flandes. Es cuando pasa a integrar, el 3 de julio de ese mismo año, la escuadrilla M.F. 29 comandada por el gran capitán Happe. Durante su estadía en esta escuadrilla, tanto aliados como adversarios lo apodaron por sus hazañas “buitre de la sierra”.

El argentino seguía demostrando en el frente que era grandiosamente valioso. Tanto es así que el 21 de septiembre de 1915 el Ejército Francés lo condecora con la Medalla Militar. En el informe se expresa: “Almonacid, Vicente Almandos, sargento ayudante, piloto de la escuadrilla 29 (…) aceptó servir el ejército francés como simple soldado, ganando sucesivamente todos sus grados. Desde el mes de octubre, no ha cesado de demostrar el ejemplo de coraje y el espíritu de iniciativa en el transcurso de numerosas expediciones, de día y de noche, realizadas en las condiciones más difíciles. El 26 de agosto de 1915 efectuó, con 4 horas de intervalo, dos bombardeos de larga distancia, uno de ellos de noche.”

Habiendo pasado menos de un mes de su última condecoración, el argentino fue ascendido al grado de subteniente el 8 de octubre de 1915, día en que desapareció el teniente Dutriel. Al mando de la escuadrilla 29 fue interceptado en combate, sufriendo algunas heridas de las que se logró reponer. Estando enfermo y negándosele la posibilidad de volar a más de 1.200 metros de altura, decide aceptar una petición por parte del Ejército Francés de formar una escuadrilla de bombardeo de larga distancia. Es después de esta satisfactoria misión que Vicente es ascendido al grado de teniente, tomando el dominio de la escuadrilla 29.

Siendo un caso único en el que, durante el lapso que duró la Gran Guerra, se le confía un mando de tal envergadura a un extranjero, Vicente Almandos Almonacid participó en la lucha contra las potencias centrales hasta el final de la contienda. En 1916, la revista Caras y Caretas publica una nota en la que Vicente declara: “Influyeron varias cosas para que me incorporase a las filas francesas. Mi cariño a Francia, por un lado, y un poco de deseo de aventura y curiosidad hacia el peligro, por otro. Cuando empezó la contienda me encontraba ensayando un nuevo aparato de mi invención, que no podré continuar hasta que esto termine.” Ya en 1918, el destacado luchador recibe una carta de felicitación del Ministerio de Armamentos y de Fabricaciones de Guerra.

Es el 1º de mayo de 1919 cuando Almandos Almonacid recibe su última citación en la Orden del Ejército. La misma fue firmada por el Comandante en Jefe de los Ejércitos de Francia, el Mariscal Petain, nombrándolo Caballero de la Legión de Honor en mérito a su ejemplo de resistencia y abnegación, volando tanto de día como de noche, habiéndose especializado en estudios técnicos pudiendo ejecutar un lanza bombas; siendo herido, pero también poseedor de la medalla militar por hechos de guerra.

El 6 de septiembre de 1919, Vicente retornaba a la patria que lo vio nacer. Coronado con el cargo de Jefe de División, el pueblo de Buenos Aires recibió a su compatriota como el héroe que era, paseado en andas por las calles céntricas de la ciudad. A los pocos días, el Congreso votaba por unanimidad la Ley 10.989, por la que se incorporaba a Almandos Almonacid al Ejército Nacional con el mismo grado de capitán conferido por Francia. Es durante el transcurso de este mismo año que la revista El Gráfico, en su edición número 13 del día 20 de septiembre, dedicó por primera vez la tapa de interés general a una persona. Va a ser durante los primeros meses de 1920 que el capitán completará una nueva hazaña. Vicente se trasladó desde Los Tamarindos -Mendoza- hasta Viña del Mar -Chile-, donde aterrizó a las 20:35 en la Playa Vergara, siendo el primer piloto en cruzar Los Andes en vuelo nocturno.

Vicente será quien impulse un proyecto que ve la luz el 5 de septiembre de 1927, cuando se constituyó en nuestro país la Aeroposta Argentina S.A., siendo Almonacid director de la misma. Bajo ese cargo vuelve a Bahía Blanca, ciudad que lo vio como ingeniero en los comienzos del siglo. Es cuando pone en marcha la ruta Bahía Blanca - Comodoro Rivadavia, que más tarde se extendería hasta Río Gallegos. Cumplió su rol dentro de la empresa hasta 1932, cuando su espíritu aventurero lo llamó a sumarse a la guerra entre Bolivia y Paraguay, sumándose a las filas del segundo país y siendo nombrado Comendador de la Orden Nacional de Mérito. Luego de haber participado de una nueva contienda bélica, Almonacid se traslada a la ciudad francesa de Bulogne Sur Mer, representando al gobierno argentino como cónsul y aceptando la tarea de conservar y mantener la casa donde vivió y murió el Prócer y Libertador de América José de San Martín. A fines de la década del ´40, regresa a la Argentina, radicándose en Olivos, lugar donde lo sorprenderá la muerte un 16 de noviembre de 1953, pocos días después de cumplir sus 70 años de edad.

No alcanzan las palabras para calificar a un luchador como Vicente Almandos Almonacid, quien fuera el fundador de la aviación comercial argentina y una gloria del Ejército Francés. Poseedor de la Legión de Honor, la Medalla Militar, la Cruz de Guerra con cuatro palmas y los Cordones que se otorgan a los miembros de una escuadrilla que ha reunido méritos extraordinarios; con una inventiva que, durante la Gran Guerra, introdujo novedades como los vuelos nocturnos de reconocimiento y bombardeo, al mismo tiempo que cambió la tradicional forma de transporte de bombas, colocándolas bajo las alas en lugar del fuselaje. Hacia 1915, inventa un lanzabombas luego adoptado por el ejército, mientras que un año más tarde será el propulsor de un nuevo visor de estabilidad automática. Aún en el ocaso de la guerra siguió mostrando sus dotes de ingeniero inventando tres tipos de bombas de aviación. Esta es la historia de un innovador que, no sólo creó ingeniosos dispositivos que fueron registrados en la Guía de los Centros Industriales Alemanes siendo imitados por el enemigo en sus aviones de guerra, sino que también ha inspirado tangos y, sin lugar a dudas, dejó ondeando en lo más alto el orgullo de la patria que lo vio nacer.

Orgullo de la Argentina, gloria de Francia

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Fuentes

_Instituto argentino de historia aeronáutica Jorge Newbery, Vicente Almandos Almonacid 1882-1953, Buenos Aires, 1977

_http://www.oyp.com.ar/nueva/revistas/220/1.php?con=6


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© Manuel Matti

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